lunes, 20 de julio de 2009
Valores humanos: el intercambio
Creo que de todas las expediciones realizadas hasta el momento me quedo con la última: Colombo, en Sri Lanka (isla al sureste de India, antes llamada Ceilán). En principio, se trataba de una visita de rigor para obtener una parte del visa-work (papeleos legales de tipo laboral) pero de nuevo el plan se fue trazando sobre la marcha. La improvisación se debió sobre todo a la situación política del país (hace apenas dos meses que ha finalizado la guerra). Así que de pronto me vi en un caos de ciudad, un espacio invadido de policías y trincheras, mientras te daba en la cara la imagen más inocente y desoladora del sufrimiento. Más que una bofetada, un shock visual y emocional que me arrastró sin querer a llevar las cosas un poco al límite. En este sentido, acepté la oportunidad de entablar un breve diálogo con el núcleo del desorden de la ciudad y, de este modo, hacer una lectura muy próxima a su situación real. Me acogí al cambio de planes y pensé: ¡que sea lo que Dios quiera!
Reconozco que por mi parte fue un acto inconsciente, pero no lo pensé dos veces y me subí a un main bus (autobús pequeño) sin saber adónde iba, qué tenía que hacer y, peor, ¡quién coño me esperaba! Para contrarrestar tanto interrogante, diré que fue el día que mejor entendí el país y la ciudad, porque hice el recorrido social completo con la incertidumbre de qué me deparaba al final del trayecto. Me la jugué y tuve suerte, porque en el hotel Thewallawwa (paso enlace para que comprobéis que se trata de un sitio precioso: www.thewallawwa.com) el chef y su equipo me recibieron con un inusual afecto, lo nunca sentido hasta la fecha. El chef, nada más verme, tomó la palabra: “Esto se trata de un intercambio. Tú nos enseñas una minúscula parte de cómo hacéis las cosas en vuestro país y nosotros te obsequiamos con el mejor trato, como si del mejor cliente se tratara”. Por supuesto, no lo dudé y acepté el pacto entre caballeros. En mi caso se concretó en algún helado, un bombón, algún referente occidental en vaso, ajustes en panadería y bollería... a cambio de una habitación y manutención a su cargo. Y, lo mejor de todo eso, me llevo recetas locales muy interesantes, que iré compartiendo con vosotros.
Por otro lado, tengo que anunciaros que esto se acaba... me refiero a este particular tour tipo Madre Teresa de Calcuta. Desde aquí quiero agradecer en primer lugar al grupo Six Senses la posibilidad de realizar todas y cada una de estas expediciones, así como a todas las personas que han intervenido en este proceso. Bangkok es la penúltima estación para los puñeteros trámites del visa-work.
Todo es lento, como nuestro protocolo administrativo. Me paso el día en espera y montándome una especie de office ambulante en cualquier garito donde haya wifi free. A pesar de las dificultades, el balance es muy positivo en todo lo recorrido y experimentado. En este tiempo me quedo con dos aspectos que pesan sobre los demás: por un lado, mi método creativo empieza a cambiar: observo que el mundo occidental y el oriental interactúan y se entrelazan, dando lugar a una curiosa fusión o integración. Al igual, asisto a la expansión de mi personal archivo, espero saber gestionar y administrar correctamente este regalo. Por otro lado, y de nuevo, las personas y los medios necesarios para llegar a ellas: el trabajo, el fácil acceso, la sencillez y, sobre todo, la honestidad.
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